miércoles, 2 de marzo de 2011

Evangelizar

Evangelizar
Anunciar una noticia estupenda, tan importante que en ella te va la vida. Con ella tu vida ya no es igual que antes de recibirla. Decimos que si nos toca la lotería, si nuestros familiares se mueren, si una enfermedad incurable toca a un hijo o a nosotros mismos, que ya nada es igual. Es algo que implica un cambio, un planteamiento de toda tu vida distinto. Pues algo asi es el Evangelio de Jesús cuando viene en la clave que tiene que venir. Porque no sólo es el anuncio de una verdad que te compromete, es el anuncio gozoso de un acontecimiento a partir del cual tu vida ya no es igual, sino que se abre a una expectativa inigualablemente mejor.
Por supuesto que traicionamos el espiritu de la evangelización cuando hacemos de una noticia fabulosa, de la que se desprenda nuestra felicidad en un grado inmejorable a una mala noticia. Cuando los que la oyen piensan que vivian mas felices antes de haber recibido una amenaza de infierno o una situación que les condena o les angustia. Cuando después de saber de Jesucristo preferirían haberse quedado como estaban. Del Evangelio, donde eu en griego es buena, a la predicación que nos hace sentirnos atrapados. No podemos escapar de ese chantaje de ser buenos, de convertirnos, de hacer esto o lo otro porque nos estamos jugando la condenación eterna. Y fruto de ese planteamiento es un rechazo formal, intenso, que la modernidad, desde un planteamiento materialista hasta espiritualista tienen hacia nuestra realidad cristiana.
Sin embargo nuestra Palabra es justamente una bocanada de aire fresco, que nos da vida, que nos abre a una posibilidad imposible, propia de Dios, del Dios de los imposibles. Hacernos igual a Cristo, una visión de Dios. Pues en Jesús se expresa Dios, diciendonos dos cosas, como es El y como quiere que seamos, que lleguemos a ser imagen y semejanza, igual a Jesús en amor y fe. Y en Jesús, que es el Evangelio, hay una esperanza, Dios nos comunica hasta que punto nos ama. Nos quiere abrir un camino de plenitud. Y la constante, la clave es el amor de Jesús, del que ama hasta el extremo a Dios y al hermano. Todo lo que no comunique este amor es una mala expresión de la Palabra de Dios.

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