viernes, 18 de febrero de 2011

Dios de los imposibles

Los cristianos tenemos una fe inamovible, abrahanica, propia de los hijos de Abraham, que creen contra toda esperanza. Cuando es imposible, le dejamos a Dios, que es un Dios de imposibles, que haga un imposible. Como decía mi párroco, yo solo le pido imposibles a Dios, para lo que es posible ya lo hago yo.
Y creemos que Jesús va a volver, que vamos a resucitar y que reinaremos por siempre en el cielo contemplando y alabando a Dios, unidos en Jesús, gozando de la presencia de Dios. Y si alguien toca esta convinción estan haciendo una merma anticristiana del cuerpo de fe, del depósito inamovible e incambiable. Y eso porque lo dice la Biblia y la Iglesia y no hay nada mas que decir. Nadie podría cambiarlo, porque hasta si lo hiciera una autoridad dentro de la Iglesia, le reprocharian herejía, estaría traicionando la tradición y sería de alguna manera desautorizado, aun cuando no parece que vaya a pasar por lo menos en poco tiempo. Otra convincion ambientadora es la propia indentidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, como rey de la creación, y la humanidad como unica ambito de actuación de Dios, en la que ha creado una historia de la salvación, enviando a su Hijo Unico para redimir el Universo, y que cuando venga disolvera este Universo y tras un juicio universal llevara a los hombres al Cielo o al Infierno para la eternidad, por cierto igual que la eternidad de antes de la Creación. Es como si Dios hubiera estado esperando hasta ahora para crear todo esto, y despues de unos instantes ya no volviera a crear nada sino que se quedaria con sus criaturas en el cielo para otra parte de la eternidad.
Todas ideas descentredas, desarraigadas del mas minimo contexto actual. Quizás válidas para otra época.
En primer lugar vamos a ser positivos. Dejamos el no es, no es y volvemos a lo que sí es. Tenemos una fe inamobible, abrahanica en Jesús, en su poder de salvación, de transformación desde un hombre que vive en muerte hacia un hombre que participa de la vida eterna. Un hombre egoista a un hombre que ama, y que crece su amor hasta llegar a ser igual a Jesús, que da su vida por su enemigo. Dios suscita en Jesús una fuerza de santificación que hace un ambito donde Jesús es constituido Señor. Y en Jesús nos traslada al Reino, al reinar de Dios. En Jesús ascendemos de nivel de conciencia, desde el humano que vive para si mismo, que sobrevive, tiene miedo, es violento, es egoista a otro en el que hay amor, prefiere la vida del otro a la suya, vive lo que Dios le da. Y eso si que es la fe que el mismo Espiritu Santo nos regala, que da testimonio del señorío de Jesús, que anima su Iglesia, suscita, hace que vivamos por la fe. Y el mismo Espiritu es el que se une a nuestro espiritu para transformarnos en otro cristo, unidos a Cristo en un Cuerpo en el que hemos venido a ser parte de el y unos parte de otros. Y ese Cristo es el mismo en todo tiempo y lugar y asi nos conecta y une a todos los hombres de buena voluntad de la tierra y de todos los planetas, dimensiones y realidades que son la Creación que Dios ama con detalle, sabiendo el número de pelos de cada hijo suyo. Infinito en amar con detalle.
Ese es el Dios de nuestra fe. Sabemos de quien no hemos fiado, de Jesús que conoce al Padre y no lo muestra para que le conozcamos y le amemos. Creemos en su amor. Sabemos de su fidelidad, que no nos va a fallar. Su imposible es que su amor va a quedar por encima de todo. Esos son los cielos y tierras que pasaran pero su Palabra de amor no. Centrados en Dios, en el Dios inmenso que existe por encima de lo que con estos pobres sentidos podemos percibir, con esa pobre razon podemos entender, con esta corta vida podemos vivir, centrados en Dios oramos, contemplamos su amor y somos transformados en amor.
Viviendo el ahora que se pasa, nuestra vida. Participando de la vida eterna.
Y todo lo demás viene en acompañamiento de lo importante. Del imposible del amor, que es nuestra fe. No de una concepción cultural del hombre, la tierra y el tiempo. Sino de una vivencia del poder pascual de un Dios que nos saca de Egipto, nos pone en camino a la tierra prometido atravesando un desierto donde ejercitamos la fe, donde recibimos el Shema, que es Cristo mismo.
Si hay que creer en lo demas so pena de caer en una descalificacion como cristiano, como un imposición de la Iglesia, como a Galileo le impusieron renunciar al heliocentrismo, tal vez lo hagamos en atención a los hermanos, para evitar escandalos, separaciones. El tiempo lo aclarará, tal vez dentro de poco. Hoy amemos a Dios y al hermano, un imposible. Esa es nuestra fe, nuestro Dios de los imposibles.

Los imposibles absurdos de una concepción de la realidad que está anclada en los mitos, las predicciones apocalípticas, no aporta mas amor a Dios. Sólo los creemos porque lo dice la Bibla, la Iglesia y nuestra tradición. Pero en si mismos no son signos de gloria de Dios. Algunos mas bien desdicen de Dios, como el infierno. Otros limitan a Dios a la tierra, un mota de polvo.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio